Cuando a alguien le dices que te gusta la pesca, la mayoría de las veces te mira como si fueras una persona aburrida y de gustos un tanto dudosos. Sólo ven una ingente cantidad de horas esperando en la orilla, sentado mirando los rizos del agua. Ese es el problema, no ven más allá de la orilla.
Esas personas no ven como debajo de esa lámina de agua más o menos alterada por la corriente hay un mundo que tu imaginacion construye, donde las sombras se convierten en el objetivo a engañar. Porque hay una cosa clara en la pesca, si el pez no ataca tu no pescas, es el cazador cazado, es el arte del engaño al depredador. Hay una tensa espera en cada lance, acompañada por gotas de decepción y ríos de adrenalina.
Si al final la picada, el ataque del engañado, se produce la batalla está servida, el pez, puro músculo lucha por su vida, huyendo hacia refugios, incrementando la tensión del sedal, usando cada recurso a su alcance y el pescador mientras intentando atraerlo poco a poco hacia su mundo de aire. Es posible cualquier desenlace, la voracidad o prudencia del pez atacante determinará cuantas cartas tiene en su futuro más inmediato, ese futuro en el que ha pasado de ser el depredador a tener que luchar por su vida.
Hay algo de injusticia en la pesca, sólo los más atrevidos y valientes se ven expuestos a esta lucha por su vida, son sólo aquellos que se deciden a morder los que se ven avocados a luchar, por eso, siempre que puedo, y que salgo vencedor del lance, les regalo una nueva oportunidad y lo devuelvo al río como héroes. Así al menos no crearemos ríos llenos de cobardes.
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