Este podría ser el texto del anuncio que nunca se leerá en la India, y concretamente en Puttaparthi, pero que refleja la necesidad que toda una población, y una religión, demanda.
Sathyanarayana, un chico de 14 años en 1940 un día se levantó por la mañana y se declaró así mismo como la reencanación de un antiguo santo hindú (Sai Baba de Shirdi) fallecido en 1918. Probablmente no pasó exactmente así, pero el caso es que de ahí en adelante todo fue creciendo y expandiéndose como una gran empresa que posee una patente única en el mundo. Esta expansión claramente consecuencia de una muy buena gestión de su personalidad y misticismo aderezada con un entorno de multitudes de personas pobres, minimamente escolarizadas y con necesidades vitales claramente insatisfechas fue impresionante. Su religión fue creciendo hasta tener delegaciones (denominadas ashram) en todos los estados y en muchas ciudades de la India así como en 126 países más en todo el mundo (muchas en África), y un imperio en su región.
Fomentó la construcción de hospitales para los pobres y grandes obras de ingeniería para solventar sequías y las cosechas en su estado. También fue acusado de Pedofilia, sin demostrarse nunca nada. Y además se le atribuyeron algunos milagros sorprendentes como aquel que decía que de su tupida melena sacaba relojes Rolex de Oro (habría que ver si la fábrica de Rolex también consideraba este hecho como milagroso...) (ver imagen más abajo)
Su funeral fue retransmitido por casi todas las televisiones indias (que ya tiene que haber televisiones en India) e incluso el presidente de la India calificó el suceso como una pérdida irremplazable. Y aqui el gran problema que se plantea es... y ahora ¿que?
Se supone que, según sus palabras, él era el segundo de tres, y el tercero tiene que estar al llegar. Pero ya se sabe que las sucesiones son complicadas, y más aún cuando se suelen autoproclamar los candidatos, y cuando las candidaturas son únicas, ya que son dioses vivientes...
Es decir, un personaje controvertido, con poder (religioso) que llegado el pasado abril del 2011 falleció poniendo en riesgo la sucesión del negocio... perdón, digo... de la religión.
Y es que al final, (y al principio) toda religión no es más que un negocio.
Sathyanarayana, un chico de 14 años en 1940 un día se levantó por la mañana y se declaró así mismo como la reencanación de un antiguo santo hindú (Sai Baba de Shirdi) fallecido en 1918. Probablmente no pasó exactmente así, pero el caso es que de ahí en adelante todo fue creciendo y expandiéndose como una gran empresa que posee una patente única en el mundo. Esta expansión claramente consecuencia de una muy buena gestión de su personalidad y misticismo aderezada con un entorno de multitudes de personas pobres, minimamente escolarizadas y con necesidades vitales claramente insatisfechas fue impresionante. Su religión fue creciendo hasta tener delegaciones (denominadas ashram) en todos los estados y en muchas ciudades de la India así como en 126 países más en todo el mundo (muchas en África), y un imperio en su región.
Fomentó la construcción de hospitales para los pobres y grandes obras de ingeniería para solventar sequías y las cosechas en su estado. También fue acusado de Pedofilia, sin demostrarse nunca nada. Y además se le atribuyeron algunos milagros sorprendentes como aquel que decía que de su tupida melena sacaba relojes Rolex de Oro (habría que ver si la fábrica de Rolex también consideraba este hecho como milagroso...) (ver imagen más abajo)
Su funeral fue retransmitido por casi todas las televisiones indias (que ya tiene que haber televisiones en India) e incluso el presidente de la India calificó el suceso como una pérdida irremplazable. Y aqui el gran problema que se plantea es... y ahora ¿que?
Se supone que, según sus palabras, él era el segundo de tres, y el tercero tiene que estar al llegar. Pero ya se sabe que las sucesiones son complicadas, y más aún cuando se suelen autoproclamar los candidatos, y cuando las candidaturas son únicas, ya que son dioses vivientes...
Es decir, un personaje controvertido, con poder (religioso) que llegado el pasado abril del 2011 falleció poniendo en riesgo la sucesión del negocio... perdón, digo... de la religión.
Y es que al final, (y al principio) toda religión no es más que un negocio.
El Dios Viviente dando un paseo (haciendo como que le pasen un peine con la mano) |
El Dios viviente más jovencito (del pelo parece que se acababa de sacar un Rolex de los gordos) |